¿Jefe o líder? La fuerza del hábito y la cultura que aún persiste en las relaciones de trabajo hacen que utilicemos ambos términos como sinónimos. Incluso solemos referirnos al director del departamento o al propietario de una empresa como “jefe”, aunque su modo de interactuar sea distinto al del sujeto inflexible que mucho tiempo atrás dirigía grupos de trabajo a fuerza de gritos y humillaciones.
Sin embargo, el desarrollo tecnológico y la evolución en la percepción de las relaciones laborales en las últimas décadas, propiciaron un cambio de paradigma. Poco a poco, los conceptos de líder y jefe se distanciaron, más por motivos de visión sobre la conducción del personal que por razones semánticas. Por tanto, la pregunta de nuestro título va dirigida a ti. Y para saber si eres uno u otro o cuál de ellos quieres ser, aquí te ofrecemos algunas reflexiones.
Para explicarlo mejor, describiremos dos personajes hipotéticos para ilustrar las diferencias entre ambos y concluir definiendo cuál es jefe o líder. En principio, hablaremos de Roberto, empleado en la sucursal de una cadena de supermercados, quien fue promovido a director de planta. Los superiores pensaron que sus habilidades para dirigir y dar órdenes a sus compañeros justificaban el ascenso. Por ello, le exigieron que el personal a su cargo fuera más eficiente en la distribución y organización de mercancías en las estanterías.
Sin duda, Roberto apeló a su autoridad, ganada a fuerza de mal carácter y desconfianza hacia sus subalternos. Reunió a su equipo, les asignó pasillos y sin más contemplaciones les impuso la tarea de ordenar el género en un tiempo muy poco razonable. Ni siquiera dio una pista de cómo lograrlo, no propuso ideas y mucho menos escuchó sugerencias del equipo. Incluso amenazó con amonestar a quienes no cumplieran el mandato. Por si fuera poco, en sus rondas de supervisión no dudaba en usar un lenguaje poco respetuoso a quien pillara haciendo su tarea con lentitud o de forma poco acorde con sus instrucciones. Poco le importaba si había clientes u otros compañeros alrededor.
Durante los primeros días, los objetivos se cumplieron sin superar expectativas. No obstante, Roberto se regocijaba en los logros como si fueran solo suyos y no reconoció el esfuerzo de sus subordinados. Estos terminaban la jornada agotados y quejándose del abuso del director de planta. Desde luego, la eficiencia del departamento empezó a caer en picado y Roberto solo buscaba culpables.
Llegó un momento que la alta rotación de personas en su área encendieron las alarmas del departamento de Recursos Humanos.
Asumir actitudes de jefe o líder no depende de la naturaleza de la empresa ni de dificultad que puedan entrañar sus tareas. Por eso, aunque trabajar en una cadena de supermercados y en una agencia de viajes es distinto, los criterios para gestionar al personal no deberían diferir mucho.
Veamos el ejemplo de Elena, diseñadora gráfica en una agencia de marketing. Aparte de tener buen talento para su trabajo, destaca por saber escuchar y ser empática con sus compañeros. Por esos motivos, el director de la agencia pensó en Elena para dirigir la ejecución algunas campañas encargadas por clientes importantes.
Para cada proyecto, Elena convoca a los compañeros involucrados y les comunica de manera asertiva el briefing y los objetivos del cliente. A continuación, solicita a todos ideas y sugerencias que escucha atentamente, a modo de brain storming o tormenta de ideas. Apoya varias de estas ideas y da razones sustentadas para descartar otras, de momento. Además, distribuye las tareas entre el equipo y explica de manera detallada lo que espera de cada quien, al tiempo que les anima a comunicar cualquier duda.
Ella confía en sus compañeros y no les interrumpe constantemente para saber si están haciendo bien su trabajo. Más aún, si le toca corregir a alguien o lo nota desmotivado, conversa con él individualmente y hace cuanto esté a su alcance para ayudarle. Como dijimos, Elena es empática, pero sabe cómo controlar una situación negativa con respeto y firmeza antes que se salga de control.
Si una de sus campañas es aprobada, Elena celebra el logro con sus compañeros y reconoce la labor de cada uno. Los motiva a ser mejores y no duda en ayudarlos a escalar posiciones. Todo ello ha hecho que los proyectos que le asignan incrementen la productividad y rentabilidad de la agencia.
A estas alturas, sabrás quién de nuestros personajes ficticios tiene actitudes de jefe o líder. Evidentemente, Roberto era el típico jefe que basa su efectividad en forma de mandatos e imposición de órdenes. No daba explicaciones y suponía que los subordinados sabían hacer el trabajo. Tampoco podía comunicarse de otra forma que siendo autoritario, coercitivo e incluso insultante con los trabajadores. Esas eran sus armas. Por tal motivo, sus empleados no se atrevían a pedirle ayuda ni depositaban en él su confianza.
Si había problemas, Roberto no buscaba soluciones, buscaba culpables. Y los pocos logros obtenidos los consideraba suyos sin atribuir al menos algo del éxito a los colaboradores. No es de extrañar que el clima laboral que generaba su actitud fuese complicado.
Mientras que Elena asume muchas de las actitudes del buen líder. Para comenzar, dirige a un grupo de personas y logra alinear sus objetivos con los de la empresa. Y lo logra comunicándose efectivamente con los colaboradores, integrándolos, motivándolos e influyendo de manera positiva en ellos. Personas como Elena contribuyen con la productividad de las compañías donde trabajan, pero también ayudan a que los trabajadores crezcan profesional y personalmente.
Este ejemplo nos permite enumerar una serie de soft skills que debes desarrollar si quieres ser un líder y no un jefe:
Hasta aquí hemos analizado de manera didáctica las diferencias entre ejercer el mando de un grupo solo para lograr objetivos como jefe o liderarlo de una forma inteligente para crecer junto a sus integrantes. En efecto, ser jefe o líder es tu decisión. Para lo primero, solo tienes que ser como Roberto. En cambio, para ser un buen líder, debes aprender y desarrollar las habilidades que acabamos de comentar, junto a otras como la motivación del equipo de trabajo, la comunicación efectiva y la empatía. Estas recomendaciones crearán un buen clima laboral a la vez que harán aumentar la productividad de los trabajadores.
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